top of page
Blog: Blog2
  • Instagram
  • Facebook
  • YouTube
  • Tik Tok

Aterrado por la insoportable fatiga que le produce el acto de recoger los pedazos del vaso que acaba de estrellar contra la pared, Félix cree que la culpable no es su ansiedad, sino la mezcla de los ingredientes con los que fabricaron el licor. Siente, no obstante, un tipo de triunfo sobre la sustancia; verla regada al interior de la minúscula vivienda donde ha estado ocultándose de las deudas es también un manifiesto de abdicación. El acto violento alarma a su vecina que, incómoda por el pequeño escándalo, toca su puerta para ofrecerle ayuda… al menos eso dice.


-Don Rubén ¿está bien? Me asustó ese golpe. ¿En qué le puedo colaborar?


Félix no responde aunque sabe que ese “Rubén” es él mismo. Decide esperar para no delatar su rabia y que la señora desista de entrometerse. Aunque pensándolo bien, esta inoportuna visita pueda servirle para ejecutar de manera anticipada la segunda parte de su plan.


-Siga, gracias, pero perdóneme el desorden. ¿Se fuma uno?


-No señor, gracias, yo no fumo.


Desde que Félix firmó el contrato con Augusto no había vuelto a fumar y está dispuesto a no hacerlo más, pero encender el cigarrillo en ese pequeño espacio le resulta la mejor manera de establecer una distancia entre él y Pilar. Al mismo tiempo, esa incómoda generosidad busca ponerla a prueba. Sin embargo, ella no había encontrado hasta ahora en su vecino ningún tipo de hospitalidad semejante; no lo había visto tan abierto a permitirle entrar y no piensa desaprovechar esta oportunidad.


´-Con permiso, don Rubén, venga le colaboro, se le regó esto…


-No se le vaya a ocurrir recoger esos vidrios, señora, venga, siéntese acá y le cuento una cosita.


Pilar intuye que el acto de sentarse en aquel lugar le otorgará una especie de privilegio y no puede desaprovechar la oportunidad para conocer mejor a este sujeto tan extraño.


Félix duda si es prudente mirar el escote de su vecina o hacerse el de la vista gorda. No quiere por ningún motivo que ella infiera cualquier tipo de atracción de él hacia ella. No todavía.


-Mire doña…


-Pilar


-Doña Pili, mire, estoy en un problema muy serio y no voy a pedirle ayuda porque usted no puede ayudarme, pero si me puede escuchar. ¿Le molesta que le diga Pili?


-¿Es de plata? Tranquilo que “Pili” me dicen todos por acá.


-Sí, es de plata, pero no le voy a pedir plata. Aunque no sólo es de plata, me van a matar.


-No diga eso don Rubén, cuántos se tomó, venga más bien coma algo, tiene…


-No voy a comer, no tengo hambre, no se preocupe. Esto es serio. Mi vida corre riesgo y la suya..


-Ayy Dios mío, me está asustando.


-La suya no corre riesgo y acá no tiene que preocuparse. Cuando me maten no será acá en este lugar. Acá estamos seguros. Llevo diez días escondido en este apartamento porque si salgo me matan. Pero voy a tener que salir con mucho cuidado para pedir la ayuda que necesito.


-¿Quién lo quiere matar? llamemos a la policía…


-Nooo mi señora, no se le vaya a ocurrir llamar a la policía. Acá usted se tiene que comprometer que lo que le voy a contar no se lo va a decir a nadie, no se preocupe. Mire, anóteme acá su número telefónico.


-Venga le marco de una vez para que lo tenga, don Rubén.


-No señora, nooo, es mejor que no me vaya a llamar nunca. Yo la voy a llamar de un número anónimo.


Félix le pasa un bolígrafo que previamente había impregnado de un perfume cuyo talento es el de imitar el olor de una prestigiosa marca de perfumería inglesa. Pilar percibe encantada el olor, observa el bolígrafo para indagar si es de tinta húmeda o de secado rápido y anota el número. El tipo que tiene a menos de dos metros no huele bien, pero el bolígrafo sí. Esto la intriga y ante esa curiosa ambigüedad intenta observarlo de nuevo para ver si hay algo que le explique por qué lo encuentra atractivo. Se siente atraída por el mentón a medio afeitar y la voz de Félix le parece seductora. Sin embargo, el descuido por el aseo personal de su vecino la aterriza y en un segundo se cuestiona ¿por qué siente algún tipo de atracción por este sujeto desaliñado? ¿Por qué siente un vínculo emocional con este tipo que ahora la observa sin el mayor asomo de deseo y cuyo relato victimizante le resulta plenamente verosímil? La índole enigmática de su interlocutor es su característica más atractiva. El delgado miedo ante la amenaza que parece no apagarlo es, para ella, algo contradictorio. Opina para sí misma que tal vez se trate de una de esas alucinaciones propia de los alcohólicos, un delirio subordinado a su adicción. A juzgar por el caos de todos los objetos del apartamento, a este hombre se le nota un abandono, prueba irrefutable para ella de un visible ahogamiento por depresión. Lo paradójico es que su relato es enfático, determinado, no parece el de alguien sin energía vital o perdido por la adicción. Ella ya perdió a un ser querido por el exceso del alcohol e intuye que este caso puede ser similar. Proyecta el ideal de la redención en “Rubén” y quiere ser ella quien, sin saber cómo, lo termine motivando para salir del hoyo. Ignora, es preciso recordar esto, que Rubén no es su nombre y que parte de la pantomima que está observando es más un acto de un dramaturgo, de un maquillador de realidades.


-Tome esta llave, doña Pili. Si me llega a pasar algo, entre al apartamento y debajo de este florero hay una carta con una indicación. Léala y llévela a algún medio de comunicación, por favor. Pero sólo si no la he llamado el próximo domingo.


La llave cae al piso y ambos intentan recogerla, pero chocan sus cabezas tenuemente. En el fondo de la mirada de él, finalmente, Pilar encuentra el deseo. Sin mediar palabra, sin preveer cualquier tipo de objeción, lo besa en la mejilla permitiendo que la esquina de las bocas de ambos se mojen con la textura de los labios del otro...


ree


Esta historia continuará el próximo domingo 8 de mayo.

¿Quieres conocer más sobre esta historia? Visita el capítulo anterior donde podrás acceder también a los otros capítulos.

© Todos los derechos reservados, Bogotá. 2022

Foto: Rodolfo Clix

Han transcurrido ocho meses desde que en las sombras de la cafetería “El Molino de Fátima”, Félix se comprometió con Augusto a cuidarlo más que a su vida. El pago del 70% de sus deudas le ha dado el alivio para volver a salir de día por la ciudad, sin esconderse ni disfrazarse. Esto, sin embargo, suscita en Félix un antiguo desafío: siente más palpitante el deseo de volver a entrar a algún casino. No obstante, pese a todos los pronósticos, ha conseguido mantenerse alejado. Ignora que las micro dosis de aceite con una mezcla de THC y CBD para vencer la ansiedad son las causantes de que ahora ocupe los mecanismos adictivos de su cerebro en la ingesta de comida. Aunque algo sospecha cuando se repite como si creyera merecer una auto-indulgencia:


-La mitad de la población es adicta a los noticieros basura, a los concursos de televisión o son adictos a la comida chatarra. ¿Por qué no puedo comer todo lo que se me de la gana ahora que pude volver a hacer mercado?


Recibe un ejemplar de prensa de circulación gratuita y entre el mar de publicidad encuentra una noticia que llama particularmente su atención:


“Cayó Ratamba. Vestía de mujer.

Las autoridades cercaron a Alias Ratamba gracias a la valiente colaboración de un anónimo a quien la garantizaron una millonaria recompensa…”


-Mucho sapo -se dice Félix- a ese lo terminan acostando.


Más abajo, con una tipografía mucho más atractiva, una multinacional del aseo personal le promete vencer por fin la calvicie. Félix descarta este mensaje porque lo encuentra como una trampa del capitalismo para venderle algo que realmente no necesita, pero busca en el reflejo tímido e irregular de un charco si su cabeza se deja ver cada vez menos peluda.


Félix ignora que ha sido escogido por el Colectivo para dar un golpe de opinión en el clímax de la campaña electoral para el Congreso de la República. Las tareas que comenzó a cumplir cabalmente esta mañana consisten en seguir clandestinamente a tres escoltas que asignó el Estado para proteger la vida de Augusto. Ya sabe, por ejemplo, que uno de ellos es proclive a la visita de un prostíbulo en el Barrio Santa Fe, en la localidad de Los Mártires, en Bogotá. Entrar al lugar se le ofrece como uno más de los desafíos frente a su adicción por el trago, pero lo que ha venido descubriendo del sujeto que espía, le resulta fascinante y prefiere no perder la cabeza, al menos no durante las horas laborales.


En una botella de agua sin gas devuelve disimuladamente los sorbos de aguardiente que alcanza a probar. El olor del trago en su boca y sus labios brillantes a medio secar, le dan la confianza suficiente con la mujer que lo atiende desnuda, aquella a quien sabe interrogar con sigilo de detective:


-A usté le gusta es acostarse con puro tombo o con traquetos y a uno lo atiende es así de afán ¡claro como uno no tiene para prometerle nada!


-Tan bobito mor, no diga eso que yo no discrimino, venga más bien y pida el otro ratico.


-No te creo princesa, no me niegues que a ti te gusta ese man de la otra noche…


Félix intenta tocar el tema del sargento primero Vaca, suboficial en retiro, a quien comenzó a seguir hace veinte días cuando escuchó que Augusto le sugería aprovechar este último fin de semana antes del comienzo formal de la campaña.

ree

La mujer desnuda que lo escucha, sobre quien preferimos guardar su identidad, no es tonta y comprende que por ningún motivo puede darle información sobre el otro cliente. Entre sus compañeras hablan casi sobre todo y todos, sin embargo luego de que en octubre una de ellas desapareciera trágicamente, hay un pacto de silencio entre todas; es el único seguro que tienen para guardar algo de tranquilidad en el ejercicio de su oficio. Ella sabe que ha sido explotada, que su cuerpo es como el de una máquina para enriquecer a otros. Quiere salir de ahí, pero no sabe cuándo será el momento y mientras eso sucede, apela al consejo popular:


“En boca cerrada no entran moscas”.


En una nota de una aplicación en un celular que nunca se ha conectado a la red, sin que nadie lo note porque da la impresión que chatea por whatsapp, Félix anota las rutinas, las rutas, las personas que frecuenta, los horarios de encendido de luces que alumbran el interior del apartamento de Vaca. Anota también datos sobre su dieta, incluido un estimado del dinero que el ex-suboficial invierte al día en cafés, empanadas y confitería. Ha sabido tomar fotos de los productos que escoge él o su pareja oficial en los supermercados. Hasta ahora, ninguna información resulta concluyente para determinar si el perseguido ha orquestado algo específico con relación a su amigo Augusto, pero Félix tampoco se siente confiado en decirle con propiedad:


-Este man es confiable.


Repite el mismo ejercicio con el segundo de los escoltas de Augusto, un policía entrenado para desactivar explosivos y dispuesto a servir de escudo humano si llegara a desatarse una balacera en contra de su protegido. Esta vez, el trabajo se le hace más difícil porque Rincón no lleva una vida social muy activa. Es reservado y prácticamente sólo se desplaza de su casa al lugar de trabajo, aunque los domingos recorre la ciudad de lado a lado porque visita a una amiga de quien Félix intuye que es o será su pareja, por la forma como se saludan y por las sonrisas que el policía logra sacarle a la joven.


Como resumen para el primer informe que le llega a Augusto acerca de estos dos personajes, Félix redacta un mensaje aparentemente contradictorio, pero indudablemente lapidario.


“Si fuera por mí, no confiaba en ningunos de estos cochinos esclavos del establecimiento, pero no les he encontrado todavía su guardado, necesito seguir trabajando…”



Esta historia continuó el domingo 30 de abril con el título: Encantador

Nota aclaratoria: esta es una historia completamente de ficción. Sus personajes no son reales más que a través de los recursos de la imaginación. Lo relatado no corresponde con la vida de ninguna persona de la vida real y cualquier parecido con la realidad es responsabilidad del lector o la lectora y todas las personas son libres de interpretar lo narrado de acuerdo con sus horizontes de expectativas.


Por: Luis Felipe Jiménez Jiménez (1976). Editor de El Relato del Domingo

Foto: Alexander Grigorian

Este es el sexto capítulo de una historia que puedes leer completa bajo los títulos:

Capítulo 1: El Juego

Capítulo 2: La confesión

Capítulo 3: A la sombra

Capítulo 4: El azar no juega

Capítulo 5: El préstamo

© Todos los derechos reservados 2022


En el cuarto del hotel, sudorosos y apasionados, una ráfaga de silencio los detuvo. Ella estaba desnuda en la cama y ardiente lo veía. Él, también desnudo, dio la espalda, dejando atrás el deseo de su amante, sin mirarla, sin determinarla. Una sola frase había cambiado el fuego que los acompañó por mucho tiempo. Ella no podía comprender por qué un "te amo" tenía ese efecto.


Dejándola atrás, él se acercó a la ventana. Ella le hablaba, le llamaba y él no reaccionaba, ella se sentía afeada y poco deseada. Seguía hablando… hablaba y lloraba y él no escuchaba a tal punto que ella se desesperó porque no entendía cómo en un segundo las frases obscenas, las caricias salvajes, los gemidos sin censura, habían dado paso a ese silencio ruidoso. Tampoco entendía por qué, si en una decisión libre había nacido en ella el deseo no solamente de darle su cuerpo, sino también su alma y en cambio recibía rechazo por parte de él. Aunque las lágrimas intentaban apagar el fuego de ella, lo que nacía de sus entrañas era fuerte.


ree

Ella lloraba, lo llamaba, gritaba improperios e incluso llegó a tratarlo mal. Le dolía tratarlo mal, pero siguió gritando y él seguía con la mirada fija en la ventana. El ruido de afuera llenaba sus oídos, parecía como si una gruesa pared invisible e insonora los separara, ella gritó y gritó hasta que su garganta sangró. Intentó abrazarlo, pero la pared invisible lo impidió, la golpeó, hasta deshacer sus manos… él nunca reaccionó.


Él abrió la ventana y un viento frío entró por ese cuarto, mientras ella, junto con los estragos de su osadía, recogía su ropa y los pedazos de corazón que logró rescatar. el viento avivó su llama, hasta que la consumió. Ese mismo viento llevó las cenizas hasta la ventana, una de ellas, acarició suavemente el rostro de él. Recordó a alguien, pero no sabía a quién. Volteó a mirar y no vio nada, el cuarto estaba vacío. Se vistió y se fue. Ella pagó cara su osadía.

Por: Rosa Espino,

Alter ego de una mujer que prefirió mantener su nombre en la privacidad y que puede estar sentada a tu lado. Nacida en los años 70. Rosa, como la flor, con pétalos suaves y duras espinas.

Foto: Julia Kuzenkov

Escoge una historia

Recibe novedades y ofertas del Relato del Domingo

¡Gracias por tu mensaje! Ve a tu correo y confirma tu suscripción 

©2024 por El Relato del Domingo

bottom of page