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Es muy probable que todo haya comenzado el día que Félix sintió una sobrecarga de dopamina cuando cambió lo que había ganado en la ruleta. También pudo haber pasado cuando era niño, el día que festejó con llanto que a su casa llegaba un nuevo muñequito de peluche obtenido a través de una máquina atrapa muñecos cuya mano de pinzas resbalosas de metal premió a su hermanito.

-Es mííííío- le gritó el hermano.


Su madre lo confirmó:


-Es de tu hermanito porque él se lo ganó, pero él te lo presta ¿cierto papito?


Pensar en su suerte le ha ido quitando el sueño. Confiar en el azar le quitó el sosiego.


En todo caso, la afición de Félix Helmo Bustamante por el juego pudo haberse rastreado en su inclinación por el riesgo desde que se inmiscuía en reuniones de las juventudes comunistas sin el permiso formal de participación hasta que, luego de una prueba de lealtad, lo agremiaron como parte vital de los procesos de movilización de la “línea de masas” en la localidad de los Mártires, en Bogotá. Poco a poco, mientras adelantaba una vida clandestina en procura del adoctrinamiento, vivía una segunda vida a través de las primeras visitas a casinos poco reconocidos en barrios populares. Sin embargo, como se narró en un capítulo anterior, los casinos los conoció plenamente durante aquellas visitas cuyo único objetivo era llevar ejemplares del periódico estudiantil Refugio. Luego, anestesiado por la mezcla de sosiego que generaba la tela musical de fondo en uno de esos casinos, su curiosidad lo llevó a tentar la suerte. Quiso mentirse a sí mismo con una excusa:


-Voy a probar qué se siente esto de jugar la plata en estos antros para poder entender las lógicas del capitalismo y así afilar mis argumentos.


El juego de azar, por supuesto, iba en contra de sus convicciones políticas y podría haber sido motivo de expulsión del grupo en el que, poco a poco, fue ganando espacio. Dicha afición creciente habría sido considerada una afrenta del compromiso adquirido por el joven Félix en pro del objetivo de proletarizar las filas de la organización.



En un cuarto que vigila cada centímetro del enorme recinto, Andrea López cumple con rigor su responsabilidad. Registra datos en una pantalla que emite un software encargado de cruzar la información para prevenir que ciertos comportamientos pongan en riesgo la aparente tranquilidad del negocio. Un juego de cámaras debidamente programadas se activan con el movimiento de algunos de los clientes recurrentes. Su función es detectar comportamientos fraudulentos. Félix tres años atrás, no representó ningún peligro. Cuando comenzó a visitar con regularidad el Casino Berlín, se le permitió ganar en una u otra máquina como parte del enganche, de la fidelización como cliente. Un crupier en particular, el sabio Perdomo, lo tuvo plenamente identificado como el novato que, dado sus comportamientos, comenzaría a re-visitar el Casino con afanosa insistencia. Perdomo no sólo goza del talento para leer las micro-expresiones de los clientes, sino que tiene línea directa con Andrea, a quien le tira información relevante sobre uno u otro cliente. El perfilamiento, en últimas, es una tarea que hacen en conjunto.


-El de azul con gafas va a salir y no le doy más de dos horas para tenerlo de vuelta acá. Échale ojo que va a volver rechoncho.


“Rechoncho”, en la terminología de estos colaboradores, alude a aquel jugador que sale del casino para volver con dinero para seguir jugando. Se sabe que algunos venden propiedades, incurren en préstamos, otros ordeñan sus cuentas bancarias… todos motivados por la misma ilusión que ahora esclaviza a Félix.


Su salvavidas es Augusto, pero no para pedirle dinero prestado, sino para que le facilite un contacto, la suelte información de alguna vacante, un contrato. Y si es fuera del país, mejor. Siempre supo que Tuto, antes de su desaparición, estuvo bien conectado con círculos de poder en sindicatos, en organismos no gubernamentales y ahora que confirmó que su amigo no está muerto y está a su alcance, quiere expresarle que está dispuesto a todo porque sabe que el prestamista gota a gota es de los que muy rápido pasa de la amenaza a los hechos.

-Los casinos son como el amor, Tuto, son.. cómo te dijera… son fábricas de falsas esperanzas. Uno aprende a la brava que tarde o temprano va a perder, pero se deja ilusionar con la posibilidad de salir ganando. Debo prácticamente mi vida, pero mi vida ya no vale nada. ¿Si me entiendes?


Félix se apura de un sorbo rápido el último centímetro cúbico de cerveza que le queda a la botella, mira la de él y le quiere proponerle que pidan un aguardiente. Intuye que Augusto no se va a negar al constatar la copa donde naufragó la última colilla de cigarrillo que se fumó su amigo. Antes de la propuesta. Lo frena la pregunta de Augusto:


-Pero qué pasó, hermano ¿cómo te dejaste pervertir de esa manera? Ya has buscado ayuda, digo, espero no ser al único que has acudido porque eso sería estar muy jodido.


-Te lo voy a resumir: escapé en los ácidos, el whisky y el perico. Cuando busqué ayuda terminé escupiéndole en la cara a la psiquiatra cuando me dijo que si no me comprometía a seguir con el medicamento, no tenía sentido que siguiera la terapia con ella. ¡Qué tal la hijueputa! me echó como un vil perro. Y eso que le estaba pagando una fortuna. Eso fue al principio, cuando podíamos pagarlo. Mi mujer, bueno, mi pareja, se aburrió y se largó también.


-Félix, mi hermano. Vamos al grano, ¿cómo crees que puedo ayudarte? No sé si sepas, pero yo vivo prácticamente escondido y solamente el próximo año voy a ver la luz cuando se formalice mi candidatura.


-¿Qué? Te lanzas a la política? Digo, yo sé que siempre has sido sujeto activo en lo político, me refiero a la electoral…. pero ¿y tus enemigos no te tienen investigado?


-Legalmente estoy limpio. Tengo un importante apoyo y vamos a gobernar… Veci, me regala la cuenta, por favor…. no te preocupes Félix que nosotros invitamos.


-Gracias Tuto, pero ¿ustedes? ¿el colectivo? Te arriesgan con lo de la política mi hermano, te haces más visible, ahora sí que te van a querer desaparecer los del establecimiento. Perdóname que te lo diga, si no te matan la honra, te quitan la vida.


-Si hemos de morir para vencer, todo habrá valido la pena. No seré el primero. Por ahora solo se me ocurre una manera de ayudarte Félix.


-Lo que sea Tuto, estoy desesperado.


-Mira, ya me aprobaron el estudio de riesgo, tengo dos escoltas del Colectivo, pero voy a tener escoltas del establecimiento. Necesito que me los investigues a ellos. No puedo confiar en nadie. Cuando sepa quienes son, comenzamos a trabajar, hermano.


En el instante que dice la palabra “comenzamos”, los dedos pulgar e índice de Augusto tocan su nariz rápidamente como si buscaran quitarse un moco inexistente. Este gesto pasa desapercibido para Félix que no sabe leer en ese reflejo el síntoma de una posible mentira. Lo cierto es que Augusto ya ha estudiado suficientemente bien a Félix como para no confiar ciegamente en él, su manifiesta ansiedad no le facilita la reconstrucción plena de la confianza. Tendrá que someterlo a una prueba de lealtad antes de otorgarle el privilegio de hacer parte de su grupo cercano de contra-inteligencia.


-Te puedo pagar dos salarios mínimos y una prima extra por resultados específicos, pero todo en efectivo, ya sabes.


Félix respira y aunque piensa pedirle un adelanto, considera que no es el momento apropiado. Augusto ya se ve afanado por retirarse. El silbido que entona es el llamado a sus escoltas para que activen el protocolo de salida del lugar.


La amenaza es real para la mente paranoica de Augusto. Cree haber comprobado que algunos de los escoltas del Estado se prestaron para delatar los movimientos más privados de algunos de los protegidos afines a su espectro ideológico. A juicio de Augusto, esos escoltas pasaron información delicada a los victimarios de lo que denomina las fuerzas oscuras. Siente la necesitaba de asegurarse que la Unidad de Protección no ocupe a espías que delaten los detalles de su trabajo de masas, sus reuniones, ni sus horarios de trabajo clandestino con líderes enviados por la facción armada que organiza acciones de hecho durante las protestas del primero de mayo en los bancos o en edificios de conglomerados económicos.

-Va pa esa, Tuto, muchas gracias, por favor lo más rápido posible, yo te firmo un compromiso de confidencialidad si quieres, sabes que soy bueno investigando, lo que sea.


Augusto paga y deja una generosa propina. Salen juntos de la cafetería y sin que ninguno de los escoltas lo alcance a anticipar, una piedra golpea el vidrio de la ventana que da exactamente al lugar done estuvieron sentados…



Esta historia continuó el domingo 17 de abril con el capítulo titulado El préstamo



Este es el 4to capítulo de este cuento. Accede a la historia completa en las siguientes imágenes:



 

Por: Luis Felipe Jiménez (1976) Editor de El Relato del Domingo

© Todos los derechos reservados 2022.

Imágenes: Anna Schets y Lisa Fotios

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