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Aterrado por la insoportable fatiga que le produce el acto de recoger los pedazos del vaso que acaba de estrellar contra la pared, Félix cree que la culpable no es su ansiedad, sino la mezcla de los ingredientes con los que fabricaron el licor. Siente, no obstante, un tipo de triunfo sobre la sustancia; verla regada al interior de la minúscula vivienda donde ha estado ocultándose de las deudas es también un manifiesto de abdicación. El acto violento alarma a su vecina que, incómoda por el pequeño escándalo, toca su puerta para ofrecerle ayuda… al menos eso dice.


-Don Rubén ¿está bien? Me asustó ese golpe. ¿En qué le puedo colaborar?


Félix no responde aunque sabe que ese “Rubén” es él mismo. Decide esperar para no delatar su rabia y que la señora desista de entrometerse. Aunque pensándolo bien, esta inoportuna visita pueda servirle para ejecutar de manera anticipada la segunda parte de su plan.


-Siga, gracias, pero perdóneme el desorden. ¿Se fuma uno?


-No señor, gracias, yo no fumo.


Desde que Félix firmó el contrato con Augusto no había vuelto a fumar y está dispuesto a no hacerlo más, pero encender el cigarrillo en ese pequeño espacio le resulta la mejor manera de establecer una distancia entre él y Pilar. Al mismo tiempo, esa incómoda generosidad busca ponerla a prueba. Sin embargo, ella no había encontrado hasta ahora en su vecino ningún tipo de hospitalidad semejante; no lo había visto tan abierto a permitirle entrar y no piensa desaprovechar esta oportunidad.


´-Con permiso, don Rubén, venga le colaboro, se le regó esto…


-No se le vaya a ocurrir recoger esos vidrios, señora, venga, siéntese acá y le cuento una cosita.


Pilar intuye que el acto de sentarse en aquel lugar le otorgará una especie de privilegio y no puede desaprovechar la oportunidad para conocer mejor a este sujeto tan extraño.


Félix duda si es prudente mirar el escote de su vecina o hacerse el de la vista gorda. No quiere por ningún motivo que ella infiera cualquier tipo de atracción de él hacia ella. No todavía.


-Mire doña…


-Pilar


-Doña Pili, mire, estoy en un problema muy serio y no voy a pedirle ayuda porque usted no puede ayudarme, pero si me puede escuchar. ¿Le molesta que le diga Pili?


-¿Es de plata? Tranquilo que “Pili” me dicen todos por acá.


-Sí, es de plata, pero no le voy a pedir plata. Aunque no sólo es de plata, me van a matar.


-No diga eso don Rubén, cuántos se tomó, venga más bien coma algo, tiene…


-No voy a comer, no tengo hambre, no se preocupe. Esto es serio. Mi vida corre riesgo y la suya..


-Ayy Dios mío, me está asustando.


-La suya no corre riesgo y acá no tiene que preocuparse. Cuando me maten no será acá en este lugar. Acá estamos seguros. Llevo diez días escondido en este apartamento porque si salgo me matan. Pero voy a tener que salir con mucho cuidado para pedir la ayuda que necesito.


-¿Quién lo quiere matar? llamemos a la policía…


-Nooo mi señora, no se le vaya a ocurrir llamar a la policía. Acá usted se tiene que comprometer que lo que le voy a contar no se lo va a decir a nadie, no se preocupe. Mire, anóteme acá su número telefónico.


-Venga le marco de una vez para que lo tenga, don Rubén.


-No señora, nooo, es mejor que no me vaya a llamar nunca. Yo la voy a llamar de un número anónimo.


Félix le pasa un bolígrafo que previamente había impregnado de un perfume cuyo talento es el de imitar el olor de una prestigiosa marca de perfumería inglesa. Pilar percibe encantada el olor, observa el bolígrafo para indagar si es de tinta húmeda o de secado rápido y anota el número. El tipo que tiene a menos de dos metros no huele bien, pero el bolígrafo sí. Esto la intriga y ante esa curiosa ambigüedad intenta observarlo de nuevo para ver si hay algo que le explique por qué lo encuentra atractivo. Se siente atraída por el mentón a medio afeitar y la voz de Félix le parece seductora. Sin embargo, el descuido por el aseo personal de su vecino la aterriza y en un segundo se cuestiona ¿por qué siente algún tipo de atracción por este sujeto desaliñado? ¿Por qué siente un vínculo emocional con este tipo que ahora la observa sin el mayor asomo de deseo y cuyo relato victimizante le resulta plenamente verosímil? La índole enigmática de su interlocutor es su característica más atractiva. El delgado miedo ante la amenaza que parece no apagarlo es, para ella, algo contradictorio. Opina para sí misma que tal vez se trate de una de esas alucinaciones propia de los alcohólicos, un delirio subordinado a su adicción. A juzgar por el caos de todos los objetos del apartamento, a este hombre se le nota un abandono, prueba irrefutable para ella de un visible ahogamiento por depresión. Lo paradójico es que su relato es enfático, determinado, no parece el de alguien sin energía vital o perdido por la adicción. Ella ya perdió a un ser querido por el exceso del alcohol e intuye que este caso puede ser similar. Proyecta el ideal de la redención en “Rubén” y quiere ser ella quien, sin saber cómo, lo termine motivando para salir del hoyo. Ignora, es preciso recordar esto, que Rubén no es su nombre y que parte de la pantomima que está observando es más un acto de un dramaturgo, de un maquillador de realidades.


-Tome esta llave, doña Pili. Si me llega a pasar algo, entre al apartamento y debajo de este florero hay una carta con una indicación. Léala y llévela a algún medio de comunicación, por favor. Pero sólo si no la he llamado el próximo domingo.


La llave cae al piso y ambos intentan recogerla, pero chocan sus cabezas tenuemente. En el fondo de la mirada de él, finalmente, Pilar encuentra el deseo. Sin mediar palabra, sin preveer cualquier tipo de objeción, lo besa en la mejilla permitiendo que la esquina de las bocas de ambos se mojen con la textura de los labios del otro...




Esta historia continuará el próximo domingo 8 de mayo.

¿Quieres conocer más sobre esta historia? Visita el capítulo anterior donde podrás acceder también a los otros capítulos.

 

© Todos los derechos reservados, Bogotá. 2022

Foto: Rodolfo Clix

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