Han transcurrido ocho meses desde que en las sombras de la cafetería “El Molino de Fátima”, Félix se comprometió con Augusto a cuidarlo más que a su vida. El pago del 70% de sus deudas le ha dado el alivio para volver a salir de día por la ciudad, sin esconderse ni disfrazarse. Esto, sin embargo, suscita en Félix un antiguo desafío: siente más palpitante el deseo de volver a entrar a algún casino. No obstante, pese a todos los pronósticos, ha conseguido mantenerse alejado. Ignora que las micro dosis de aceite con una mezcla de THC y CBD para vencer la ansiedad son las causantes de que ahora ocupe los mecanismos adictivos de su cerebro en la ingesta de comida. Aunque algo sospecha cuando se repite como si creyera merecer una auto-indulgencia:
-La mitad de la población es adicta a los noticieros basura, a los concursos de televisión o son adictos a la comida chatarra. ¿Por qué no puedo comer todo lo que se me de la gana ahora que pude volver a hacer mercado?
Recibe un ejemplar de prensa de circulación gratuita y entre el mar de publicidad encuentra una noticia que llama particularmente su atención:
“Cayó Ratamba. Vestía de mujer.
Las autoridades cercaron a Alias Ratamba gracias a la valiente colaboración de un anónimo a quien la garantizaron una millonaria recompensa…”
-Mucho sapo -se dice Félix- a ese lo terminan acostando.
Más abajo, con una tipografía mucho más atractiva, una multinacional del aseo personal le promete vencer por fin la calvicie. Félix descarta este mensaje porque lo encuentra como una trampa del capitalismo para venderle algo que realmente no necesita, pero busca en el reflejo tímido e irregular de un charco si su cabeza se deja ver cada vez menos peluda.
Félix ignora que ha sido escogido por el Colectivo para dar un golpe de opinión en el clímax de la campaña electoral para el Congreso de la República. Las tareas que comenzó a cumplir cabalmente esta mañana consisten en seguir clandestinamente a tres escoltas que asignó el Estado para proteger la vida de Augusto. Ya sabe, por ejemplo, que uno de ellos es proclive a la visita de un prostíbulo en el Barrio Santa Fe, en la localidad de Los Mártires, en Bogotá. Entrar al lugar se le ofrece como uno más de los desafíos frente a su adicción por el trago, pero lo que ha venido descubriendo del sujeto que espía, le resulta fascinante y prefiere no perder la cabeza, al menos no durante las horas laborales.
En una botella de agua sin gas devuelve disimuladamente los sorbos de aguardiente que alcanza a probar. El olor del trago en su boca y sus labios brillantes a medio secar, le dan la confianza suficiente con la mujer que lo atiende desnuda, aquella a quien sabe interrogar con sigilo de detective:
-A usté le gusta es acostarse con puro tombo o con traquetos y a uno lo atiende es así de afán ¡claro como uno no tiene para prometerle nada!
-Tan bobito mor, no diga eso que yo no discrimino, venga más bien y pida el otro ratico.
-No te creo princesa, no me niegues que a ti te gusta ese man de la otra noche…
Félix intenta tocar el tema del sargento primero Vaca, suboficial en retiro, a quien comenzó a seguir hace veinte días cuando escuchó que Augusto le sugería aprovechar este último fin de semana antes del comienzo formal de la campaña.
La mujer desnuda que lo escucha, sobre quien preferimos guardar su identidad, no es tonta y comprende que por ningún motivo puede darle información sobre el otro cliente. Entre sus compañeras hablan casi sobre todo y todos, sin embargo luego de que en octubre una de ellas desapareciera trágicamente, hay un pacto de silencio entre todas; es el único seguro que tienen para guardar algo de tranquilidad en el ejercicio de su oficio. Ella sabe que ha sido explotada, que su cuerpo es como el de una máquina para enriquecer a otros. Quiere salir de ahí, pero no sabe cuándo será el momento y mientras eso sucede, apela al consejo popular:
“En boca cerrada no entran moscas”.
En una nota de una aplicación en un celular que nunca se ha conectado a la red, sin que nadie lo note porque da la impresión que chatea por whatsapp, Félix anota las rutinas, las rutas, las personas que frecuenta, los horarios de encendido de luces que alumbran el interior del apartamento de Vaca. Anota también datos sobre su dieta, incluido un estimado del dinero que el ex-suboficial invierte al día en cafés, empanadas y confitería. Ha sabido tomar fotos de los productos que escoge él o su pareja oficial en los supermercados. Hasta ahora, ninguna información resulta concluyente para determinar si el perseguido ha orquestado algo específico con relación a su amigo Augusto, pero Félix tampoco se siente confiado en decirle con propiedad:
-Este man es confiable.
Repite el mismo ejercicio con el segundo de los escoltas de Augusto, un policía entrenado para desactivar explosivos y dispuesto a servir de escudo humano si llegara a desatarse una balacera en contra de su protegido. Esta vez, el trabajo se le hace más difícil porque Rincón no lleva una vida social muy activa. Es reservado y prácticamente sólo se desplaza de su casa al lugar de trabajo, aunque los domingos recorre la ciudad de lado a lado porque visita a una amiga de quien Félix intuye que es o será su pareja, por la forma como se saludan y por las sonrisas que el policía logra sacarle a la joven.
Como resumen para el primer informe que le llega a Augusto acerca de estos dos personajes, Félix redacta un mensaje aparentemente contradictorio, pero indudablemente lapidario.
“Si fuera por mí, no confiaba en ningunos de estos cochinos esclavos del establecimiento, pero no les he encontrado todavía su guardado, necesito seguir trabajando…”
Esta historia continuó el domingo 30 de abril con el título: Encantador
Nota aclaratoria: esta es una historia completamente de ficción. Sus personajes no son reales más que a través de los recursos de la imaginación. Lo relatado no corresponde con la vida de ninguna persona de la vida real y cualquier parecido con la realidad es responsabilidad del lector o la lectora y todas las personas son libres de interpretar lo narrado de acuerdo con sus horizontes de expectativas.
Por: Luis Felipe Jiménez Jiménez (1976). Editor de El Relato del Domingo
Foto: Alexander Grigorian
Este es el sexto capítulo de una historia que puedes leer completa bajo los títulos:
Capítulo 1: El Juego
Capítulo 2: La confesión
Capítulo 3: A la sombra
Capítulo 4: El azar no juega
Capítulo 5: El préstamo
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