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“La inteligencia artificial nos hará incompetentes”. “Los robots nos van a reemplazar y nos vamos a quedar sin trabajo”. “Internet ha sustituido la memoria humana”. Hay un cúmulo de escenarios catastróficos relacionados con el desarrollo tecnológico que muestran uno de los rasgos características de nuestra especie: el miedo.

 

mujer atrapada por pantallas
Esta conspiración superará a las pantallas

Confieso que el miedo ha sido una de mis más grandes motivaciones. Vencerlo me ha ocupado años y hoy en día puedo decir que ya no me bloquea, afortunadamente.  Y mucho menos el miedo por el desarrollo tecnológico.

 

No soy amigo de lo que se conoce popularmente como “teorías conspirativas”, concepto que me permitiré cuestionar más adelante.  Y menos soy amigo de esas ideas desde el miedo. Sin embargo, me gustan como mecanismo de la imaginación y la creatividad humana. No deja de ser fantástico que, en pleno 2024, todavía haya personas que insistan en que la tierra es plana, por ejemplo. U otras personas para quienes a es verosímil que través de una vacuna nos instalaron un chip para controlarnos.

 

Propongo que no denominemos a esas fantasías como “teorías de conspiración o conspiranoides” sino como “elucubraciones conspiranoides” porque la teoría tiene un fundamento mucho más serio en el mundo de la ciencia.  Muchas de esas ingeniosas elucubraciones apenas alcanzarían el rigor de una hipótesis. Una elucubración hipotética está muy lejos de ser una teoría y muy lejos también de ser una tesis.

 

Es cierto que las calculadoras electrónicas nos evitaron la fatiga de calcular operaciones sencillas. Pero los ingenieros no han desaparecido y muchas personas ingenieras usan las computadoras. Para hacer cálculos complejos. Las computadoras cuánticas y las micro memorias hacen parte de nuestra realidad y nos servimos de ellas para relacionarnos con el mundo, con las personas, con el conocimiento, con el saber.

 

Hoy en día, no tengo duda, se lee mucho más que antes. Dudo que la internet nos haya hecho peores lectores. Porque nunca he considerado que uno es mejor o peor lector en función del número de libros que lee al año, por ejemplo. Hoy en día leo mucho más que antes, a través de distintas fuentes. Accedo a información  valiosa que probablemente no está en libros de papel. Y también leo libros de papel. Y también los escribo.

 

Todos leemos en múltiples pantallas, leemos distintas fuentes, accedemos a autores diversos y nuestro cerebro se ha acostumbrado a trabajar con la información que recibe de una manera muy distinta a como seguramente lo hacía un cerebro hace 500 años. Por eso, mi invitación ahora no es a que leas, sino a que escribas.

 

La conspiración a la que te invito es a que crees historias, de ficción preferiblemente. Cuando escribes pones en juego varios de las características humanas: la emoción, la memoria, la organización mental, la elaboración argumental.

 

Cuando escribes haces catarsis, sanas, reflexionas, meditas. Cuando escribes y lees en voz alta, notas que tus ideas pueden volverse música. Así que propóntelo, crea ritmo y melodía. Haz música con la palabra. ¿No te parece delicioso?

 

Si no quieres escribir un cuento de ficción, compón un poema, una canción. Aprovecha los desarrollos más hermosos de nuestra condición humana: el lenguaje, el idiomas, las lenguas.

 

El idioma español es rico, el que hemos heredado y el que hemos construido. Somos privilegiados.


Por eso te propongo que conspiremos y escribamos. Es más, volvamos al lápiz, a la escritura a mano. Probémosle a nuestro cerebro que sigue vivo y que para crear no hace falta depender de las pantallas. ¿Te animas?

 

Si te interesa aprender a potenciar tus habilidades comunicativas a través de textos escritos con alto impacto, en febrero de 2024 El Relato del Domingo ofrecerá una Master Class personalizada de Literatura y Escritura Creativa. A través de esta Clase desarrollarás destrezas para redactar textos de toda índole, no sólo literarios. Aprenderás sobre historia de la literatura y conocerás algunos autores destacados. Va a ser muy divertido.


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Por: Luis Felipe Jiménez Jiménez

Foto: Cottonbro studio

 

Se acabó el mejor año para el creador de El Relato del Domingo y este relato es biográfico porque quiero compartir con ustedes qué es la literatura para mí.

 

Cuando cursaba los primeros grados de la primaria, una tarde no le dije a mi madre que debía pintar una bandera de Colombia.

 

Hasta ese entonces ella me colaboró a hacer las tareas. Con ella comencé a entender la lengua española, los ritmos, las entonaciones. Mi lengua materna es rica, para mí, gracias a mi madre y gracias a ella también lo es mi imaginación.

 

Mi padre es corresponsable, claro, porque él es metódico, matemático, preciso. Y si hay algo preciso es la poesía, así no parezca. Pero sobre la precisión de la poesía no me voy a referir en este relato porque eso merece un relato aparte.

 

Cuando llegué al colegio, me enteré que había que pintar la bandera de Colombia. Yo no lo recordaba o no lo sabía y por eso no pude decírselo a mi madre. Así que tenía que resolver el problema por mi cuenta, sin su ayuda, sin su amor, sin su conocimiento.

 

Me encerré en un baño, bajé la tapa de la tasa y en el tanque puse mi cuaderno. Afuera todos mis amigos hacían lo que yo más quería hacer: jugar fútbol, pero no podría llegar a la clase sin la bandera.

 

Me dirán:

 

“pero pintar una bandera de Colombia es muy fácil, cualquier niño la pinta en cinco minutos. No hay mayor mérito”.

 

Es cierto, pero yo no era un niño común, yo era un niño miedoso, asustado por la violencia de los años ochenta y por una situación familiar sobre la cual no voy a hablar ahora, pero que tiene que ver con un secuestro.

 

El miedo siempre fue mi mayor reto. Y por fin lo dominé. Y lo he ido dominando desde que era un niño cuando decidí pintar mi bandera solito, sin la participación de ningún adulto, ni siquiera la de mi madre, la mejor educadora que conozco.

 

Sobre el tanque puse los colores que llevaba en el morral, sobre la tapa del inodoro me senté y elaboré la mejor bandera de Colombia que he pintado en la vida: mi primera bandera...



bandera de Colombia al revés
Gracias a mi país y gracias a España por la lengua

 

Otra profe, Isabel, en su bella ingenuidad, me dijo un día “Picasso” cuando vio una de mis pinturas. Yo no sabía quién era ese tipo Picasso, claro, pero como mi profe me hablaba en alemán, yo pensé que me estaba regañando.

 

Y claro, mi miedo era a los regaños, a la autoridad, a los adultos. Ese y otros miedos. Ese miedo me impedía relacionarme con los adultos porque ellos me impusieron el miedo; yo era un niño tranquilo que jugaba fútbol, socializaba bien con los otros estudiantes, pero se disminuía cuando llegaba un adulto. Porque por lo general lo que veía en los adultos era el miedo. Y absorbí en mi cuerpo el miedo hasta el punto de enfermar, pero de las enfermedades que superé tampoco voy a hablar ahora porque eso sería para hacerme millonario con algún libro de autoayuda y no me interesa, por ahora, escribir ese libro.

 

¿Te preguntarás qué tiene que ver esta confesión con la literatura? En mi caso, todo.

 

A través del miedo recurrí a la fantasía y exploré algo muy importante en cada ser humano: la imaginación. Si esto no es así, cuestiónaselo a Albert Einstein.

 

En la pura realización de mundos imaginarios encontré la libertad. Y desde muy niño cultivé el don de la imaginación, si es que es un don.

 

Escribir literatura es explorar esa dimensión que me hace feliz hoy a mis 47 años de edad y que me ha hecho feliz desde niño. He escrito varios libros: dos largos ensayos, uno de historia y decenas de textos académicos. Pero ninguno, ninguno, me ha hecho más feliz que los que escribí desde la imaginación pura. Y lo que más he escrito son cuentos, relatos de ficción. En este sitio web hay buenas muestras, pero no son todos los que he escrito. He sabido guardar varias de mis obras para el momento oportuno de publicación, quizá en papel. Como mi novela por ejemplo.

 

Escribo por encargo y cuando lo hago por encargo, me someto a las reglas de la gramática. He escrito en varios idiomas y el idioma que más me gusta es el español. Y no porque sea mi lengua materna, sino porque aunque conozco otros, la riqueza de nuestra lengua me parece deliciosa.

 

Y me gusta subvertir las normas de nuestra lengua, crear palabras, como en el anterior relato cuando me inventé la palabra: “aromamoriosamente”. Y cuando escucho una palabra que nunca he escrito, busco un papel y la escribo. Y si no tengo un papel, la escribo en una pantalla. Yo disfruto el acto de escribir, lo disfruto más que el sexo. Y el sexo lo disfruto, pero como es un acto tan esporádico, lo he disfrutado menos que el acto de escribir.

 

Y disfruté pintar la bandera de Colombia solito, como cuando escribo solito. Así la profesora me regañara porque había puesto los colores al revés. Eso es la literatura para mí. La literatura es la libertad de crear con autonomía. De recrear el mundo. Y a veces, así algunas personas no lo noten, a través de los mundos imaginados hacemos las denuncias más severas y reflexionamos las filosofías más complejas. Sobre esto hay un video del físico Javier Santaolalla que habla sobre la importancia de Edgar Allan Poe, sobre "el poeta que descifró el universo", pero el Quijote es el mejor ejemplo en nuestra lengua.

 

Gracias, durante este año que se acaba hoy llegaron a mi vida unas personas, mecenas, suscriptoras al contenido PREMIUM que les ofrecemos. Han valorado mi talento, mi obstinación y mi arte. Incluso han cuestionado el desenlace de algunas de mis historias.


Eso es delicioso, es delicioso que te digan, como me dijo, en otras palabras, una suscriptora: no me gustó que se muriera el personaje, cruel ese final de El Conciliador. Yo sé que fue el final de la segunda temporada, ella no sabe si en la ficción, ese personaje va a resucitar o si fue un engaño de la historia para hacerle creer a alguien que Martín estaba muerto.

 

Gracias a las personas que me han apoyado y que hacen posible que en 2024 tengamos más y mejores relatos.


¡Feliz año nuevo!


Con amor, Luis Felipe Jiménez Jiménez, Bogotá, 2023.


 

Foto: Aboodi Vesakaran

Floté en seco. Flotamos sin mojarnos. En el camino de la armonía y el equilibrio, algunas personas optan por meditar. Algunas personas rezan, otras interpretan un instrumento, otros componemos ficciones, algunos hacemos todas estas actividades.


El mecanismo para la elevación puede ser cualquiera, siempre y cuando estés comprometido a dejarte llevar.


Dicen que hay personas que no pueden ser hipnotizadas y me incluyo en la lista. Quisiera no tener dominio mental para dejarme persuadir por la voz de alguien que arranque de mí el ser perceptivo y consciente construido por la experiencia.

 

Un amigo dudó en creerme esto y le produjo risa uno de mis descubrimientos personales: puedo acceder al orgasmo sin eyacular. Para algunas personas el sexo tántrico, por ejemplo, es una superchería, una magia, cosa de brujos o estafadores. Yo lo dudo porque he podido experimentar sensaciones poco ordinarias, difícilmente explicables. Y nada de eso riñe con mi fe en Dios, aclaro.

 

Quienes hayan meditado saben sobre qué hablo y comprenden la dimensión de este hallazgo. Pero esta vez fue distinto, mi meditación fue otra. Acá hubo un ejercicio en grupo que yo nunca había experimentado. Flotar juntos es posible.

 

Nos citaron en un bello lugar muy bien ubicado en el norte de Bogotá, Colombia. De cortesía, recibimos un desayuno ligero con distintos panes de aquellos que producen escasa inflamación intestinal. Creo que todo lo ofrecido era vegetariano o vegano, salvo por un producto lácteo que degusté con alegría, porque no soy ni vegetariano ni vegano, pero tengo una dieta muy singular.

 

Después del desayuno, cada uno de los participantes se presentó brevemente y luego todos nos acostamos en el piso. Me prometí no abrir los ojos hasta que terminara la meditación colectiva y cumplí mi promesa, incluso con la tentación de saber cuáles instrumentos sonaban. Hasta el día de hoy creo que podría haber escuchado unos diez instrumentos distintos, desde cuencos tibetanos, un cuerno australiano, unos tambores acústicos y otros eléctricos. Todo construía un ambiente extraordinario de vibraciones a través de las cuales nos elevamos, hacia adentro, como manda el canon del buen meditador.

 

Esto es en serio y quiero insistir porque este relato no es de ficción, así parezca: hago parte de la comunidad de flotantes que asisten a Gravedad Cero Centro de Flotación en Bogotá, Colombia.


flotar juntos
flotar juntos con cuencos tibetanos

 

Cerramos este año con un evento divino, donde nos conectamos con nosotros mismos a través de la vibración de músicas especiales, interpretadas armoniosamente por una mujer y un hombre cuyo talento me dejó gratamente sorprendido. Más que armoniosamente, permítaseme la creación del concepto: “aromamoriosamente”. Porque todos los sentidos, incluso el olfato, hicieron parte de la experiencia.

 

Después del sano y delicioso desayuno dispusimos nuestros cuerpos para meditar en conjunto, cerramos los ojos y nos dejamos llevar por las vibraciones de diversos instrumentos propios de la geografía universal que nos permitieron flotar en conjunto, sin agua.


Cada uno de las personas participantes lo vivió de una manera muy personal y seguramente a cada uno le ofreció un crecimiento individual imposible de equiparar en la experiencia individual de los demás. Seguro, todas las personas asistentes, como yo, sentimos que flotábamos en conjunto. La meditación comenzó por un agradecimiento por el mejor año de mi vida, este que está a punto de terminar. Mi respiración abrió la expectativa optimista acerca del año que viene. Luego, como dicta el manual del meditador, pude olvidarme del tiempo y dejé de pensar en el pasado o en el futuro y flui de tal forma que mi cuerpo se soltó, se relajó y comenzó a flotar. en ese momento ya todo lo demás dejó de existir. Ni miedos, ni expectativas, ni futuro, ni pasado. Como cuando uno crea una historia, cuando uno escribe un cuento: el tiempo desaparece.


Alcancé a dormir por unos minutos, ni idea cuántos. Salí renovado porque de alguna forma dejé de ser yo para flotar al mismo tiempo con otras personas y recordé la flotación en agua, la de los tanques a donde volveré a flotar, cuando necesite escapar de la realidad de una manera sana y trascendente. Cuando necesite poner a descansar a los personajes de mi novela. Si quieres conocer los tanques, mira este video


Feliz Navidad,

Con amor:

Luis Felipe Jiménez Jiménez @Felipepoet


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