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Se acabó el mejor año para el creador de El Relato del Domingo y este relato es biográfico porque quiero compartir con ustedes qué es la literatura para mí.

 

Cuando cursaba los primeros grados de la primaria, una tarde no le dije a mi madre que debía pintar una bandera de Colombia.

 

Hasta ese entonces ella me colaboró a hacer las tareas. Con ella comencé a entender la lengua española, los ritmos, las entonaciones. Mi lengua materna es rica, para mí, gracias a mi madre y gracias a ella también lo es mi imaginación.

 

Mi padre es corresponsable, claro, porque él es metódico, matemático, preciso. Y si hay algo preciso es la poesía, así no parezca. Pero sobre la precisión de la poesía no me voy a referir en este relato porque eso merece un relato aparte.

 

Cuando llegué al colegio, me enteré que había que pintar la bandera de Colombia. Yo no lo recordaba o no lo sabía y por eso no pude decírselo a mi madre. Así que tenía que resolver el problema por mi cuenta, sin su ayuda, sin su amor, sin su conocimiento.

 

Me encerré en un baño, bajé la tapa de la tasa y en el tanque puse mi cuaderno. Afuera todos mis amigos hacían lo que yo más quería hacer: jugar fútbol, pero no podría llegar a la clase sin la bandera.

 

Me dirán:

 

“pero pintar una bandera de Colombia es muy fácil, cualquier niño la pinta en cinco minutos. No hay mayor mérito”.

 

Es cierto, pero yo no era un niño común, yo era un niño miedoso, asustado por la violencia de los años ochenta y por una situación familiar sobre la cual no voy a hablar ahora, pero que tiene que ver con un secuestro.

 

El miedo siempre fue mi mayor reto. Y por fin lo dominé. Y lo he ido dominando desde que era un niño cuando decidí pintar mi bandera solito, sin la participación de ningún adulto, ni siquiera la de mi madre, la mejor educadora que conozco.

 

Sobre el tanque puse los colores que llevaba en el morral, sobre la tapa del inodoro me senté y elaboré la mejor bandera de Colombia que he pintado en la vida: mi primera bandera...



bandera de Colombia al revés
Gracias a mi país y gracias a España por la lengua

 

Otra profe, Isabel, en su bella ingenuidad, me dijo un día “Picasso” cuando vio una de mis pinturas. Yo no sabía quién era ese tipo Picasso, claro, pero como mi profe me hablaba en alemán, yo pensé que me estaba regañando.

 

Y claro, mi miedo era a los regaños, a la autoridad, a los adultos. Ese y otros miedos. Ese miedo me impedía relacionarme con los adultos porque ellos me impusieron el miedo; yo era un niño tranquilo que jugaba fútbol, socializaba bien con los otros estudiantes, pero se disminuía cuando llegaba un adulto. Porque por lo general lo que veía en los adultos era el miedo. Y absorbí en mi cuerpo el miedo hasta el punto de enfermar, pero de las enfermedades que superé tampoco voy a hablar ahora porque eso sería para hacerme millonario con algún libro de autoayuda y no me interesa, por ahora, escribir ese libro.

 

¿Te preguntarás qué tiene que ver esta confesión con la literatura? En mi caso, todo.

 

A través del miedo recurrí a la fantasía y exploré algo muy importante en cada ser humano: la imaginación. Si esto no es así, cuestiónaselo a Albert Einstein.

 

En la pura realización de mundos imaginarios encontré la libertad. Y desde muy niño cultivé el don de la imaginación, si es que es un don.

 

Escribir literatura es explorar esa dimensión que me hace feliz hoy a mis 47 años de edad y que me ha hecho feliz desde niño. He escrito varios libros: dos largos ensayos, uno de historia y decenas de textos académicos. Pero ninguno, ninguno, me ha hecho más feliz que los que escribí desde la imaginación pura. Y lo que más he escrito son cuentos, relatos de ficción. En este sitio web hay buenas muestras, pero no son todos los que he escrito. He sabido guardar varias de mis obras para el momento oportuno de publicación, quizá en papel. Como mi novela por ejemplo.

 

Escribo por encargo y cuando lo hago por encargo, me someto a las reglas de la gramática. He escrito en varios idiomas y el idioma que más me gusta es el español. Y no porque sea mi lengua materna, sino porque aunque conozco otros, la riqueza de nuestra lengua me parece deliciosa.

 

Y me gusta subvertir las normas de nuestra lengua, crear palabras, como en el anterior relato cuando me inventé la palabra: “aromamoriosamente”. Y cuando escucho una palabra que nunca he escrito, busco un papel y la escribo. Y si no tengo un papel, la escribo en una pantalla. Yo disfruto el acto de escribir, lo disfruto más que el sexo. Y el sexo lo disfruto, pero como es un acto tan esporádico, lo he disfrutado menos que el acto de escribir.

 

Y disfruté pintar la bandera de Colombia solito, como cuando escribo solito. Así la profesora me regañara porque había puesto los colores al revés. Eso es la literatura para mí. La literatura es la libertad de crear con autonomía. De recrear el mundo. Y a veces, así algunas personas no lo noten, a través de los mundos imaginados hacemos las denuncias más severas y reflexionamos las filosofías más complejas. Sobre esto hay un video del físico Javier Santaolalla que habla sobre la importancia de Edgar Allan Poe, sobre "el poeta que descifró el universo", pero el Quijote es el mejor ejemplo en nuestra lengua.

 

Gracias, durante este año que se acaba hoy llegaron a mi vida unas personas, mecenas, suscriptoras al contenido PREMIUM que les ofrecemos. Han valorado mi talento, mi obstinación y mi arte. Incluso han cuestionado el desenlace de algunas de mis historias.


Eso es delicioso, es delicioso que te digan, como me dijo, en otras palabras, una suscriptora: no me gustó que se muriera el personaje, cruel ese final de El Conciliador. Yo sé que fue el final de la segunda temporada, ella no sabe si en la ficción, ese personaje va a resucitar o si fue un engaño de la historia para hacerle creer a alguien que Martín estaba muerto.

 

Gracias a las personas que me han apoyado y que hacen posible que en 2024 tengamos más y mejores relatos.


¡Feliz año nuevo!


Con amor, Luis Felipe Jiménez Jiménez, Bogotá, 2023.


 

Foto: Aboodi Vesakaran

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