Todo inicio un 31 de diciembre que decidimos vivir juntos mi pareja y yo.

Estuvimos tres meses bien, pero en marzo empezó a sentirse mal y tristemente cada día se sentía peor. Él decía que era dolor normal por la colitis, así pasó el tiempo y no mejoraba.
Su estómago empezó a inflarse poco a poco. Tomaba medicina para colitis y no se manifestaba ninguna mejoría. Hasta tomas caseras de tratamientos alternativos le daba porque se veía muy mal y había que hacer algo. Cuando llegó el mes de julio ya no comía ni dormía, se ponía pálido y a veces se le veía como de tez oscura, así que decidí llevarlo a urgencias
Tres días permaneció en urgencias y al final me lo dan de alta porque, de acuerdo con el criterio médico, se trataba de la vesícula, así que en adelante lo tratarían por fuera. Ya en casa estaba peor: no quería ni un te y no comía nada. Tampoco podía hacer sus necesidades fecales porque estaba como tapado.
La peor noche fue exactamente un 15 de septiembre cuando durante el amanecer lo volví a llevar a urgencias, donde comenzaron a hacerle más y más estudios hasta que decidieron hacerle una tomografía cuyo principal y aterrador hallazgo fue un tumor pegado al intestino muy grande.
En ese momento deciden ingresarlo de emergencia a cirugía y luego de una larga espera para nosotros, sale con la colostomía en su estómago. Posteriormente se queda una semana en observación. Me informan que el tumor debe llevarse a análisis para observar las características de la masa. Una semana después nos dan la buena noticia que está libre de cáncer, gracias a Dios. Sin embargo, esta historia no termina ahí, porque luego nos informan que se ha perforado su intestino y esto obliga que sea sometido nuevamente a cirugía.
La advertencia que recibí fue categórica y alarmante, al salir de la cirugía debía entrar a terapia intensiva, sin embargo no le daban más de tres días de esperanza de vida.
Y sexto día, gracias a Dios, despierta de terapia intensiva. Estaba vivo, pero las cosas se complicaron porque se debilitó su corazón y se confirmó que le entró líquido a sus pulmones. Dejo de respirar y se le paralizaron los riñones.
Otro capítulo también angustiante es el relacionado con los costos de ese estudio para descartar cáncer. Mi situación económica no era muy favorable, estaba sin un peso e imposiblitada para trabajar por la urgencia de estar a la espera de lo que viniera de día y de noche durante casi un mes en aquel hospital.
Eran tiempos de lluvia y frío. Los viví prácticamente sin comer sin dormir, sin un apoyo afuera de ese hospital que me reemplazará. Hoy, gracias a Dios, aún seguimos en la lucha para su re-conexión y superación de una enorme hernia.
Hace ya dos años y siete meses que inició está lucha y las ocasiones que por falta de insumos tuve que pararme de madrugada a cambiar cobijas por el desorden que se generaba sin las bolsas de colostomía. Es duro no tener medios económicos para sacar estás situaciones a flote. Siempre hemos luchado solo con la ayuda de Dios y gracias a Dios narro esto con mi pareja al lado. El amor es incondicional.
Por: Leticia Medina Sánchez
Leticia vive en la Ciudad de México. Ama los perritos y ha consagrado su vida en el cuidado de los demás. La relación con su pareja le ha enseñado mucho sobre la resiliencia y todo su amor ha servido para que él esté cada día mejor.
Foto: How Far From Home
Conoce otras historias sobre vivir con una ostomía acá:
"Así venzo mis miedos" de Juan Antonio Fernández
"Hermanitos de tripita" de Cinthia Valverde Gómez.
"Empelote público" de Pipe Jiménez
La lección definitivamente es que el amor incondicional y verdadero si existe y sobre todo protege... Gracias por compartir este relato con nosotros los lectores de "El Relato del Domingo"... Un fuerte abrazo 🤗 y toda mi admiración para ambos!