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Nunca me atrajo la música bailable. Sentí un irremediable impedimento para expresarme a través del cuerpo junto con otra persona en un lugar público. No como en el sexo, donde mi expresión fluye, pero nadie más es testigo, sólo las personas involucradas. “Música merengue”, llamábamos a las canciones de Juan Luis Guerra, ahora si no estoy mal, lo llaman “Bachata”. Soy un ignorante completo de esos géneros porque no me gustan, no los disfruto. La música salsa sí me gusta, la rítmica, la clásica.




En cambio la salsa de alcoba, la romanticona, la que es más un sonsonete dulzón con letras cursis, esa no es la mía. Mucha miel para mi gusto. En general, casi todas las músicas me gustan. Me incliné por la percusión desde el cuarto grado de primaria, el rock me sedujo muy rápido. Antes del obsesionarme con un tipo de rock, lo confieso, fui seguidor de bandas de pop como Roxette. En esa banda encontraba el ritmo de la batería que necesitaba para comenzar a tocar. A comienzos de los años 90, conocí el concierto unplugged de Pearl Jam y vi su interpretación de Rocking in the Free World junto con Neil Young. Tocaron también “Animal” de su disco Vs y quedé matriculado como ferviente seguidor de ellos.


Muchas cosas pasaron entre esos años de adolescencia y el 13 de noviembre de 2011 cuando, con unas amigas, fuimos juntos al concierto de Pearl Jam en el Estadio Único de la Plata, muy cerca a Buenos Aires, Argentina.


Casi dos años antes, en un quirófano ubicado en el centro de Bogotá, un valiente cirujano me quitó el intestino grueso que había estado enfermo durante años y tras su colapso, no había más remedio que prescindir de sus inexactos servicios.


Los primeros diez días después de la cirugía tenía totalmente prohibido comer o beber cualquier cosa. No podía ni siquiera pasar agua. La alimentación asistida y el suero me mantuvieron vivo hasta que terminaron de sanarse las heridas internas y mi cuerpo pudo recibir el primer alimento digerible, la primera dieta líquida. Adaptarse a vivir con una bolsa de ileostomía ha sido un proceso largo y una de las más importantes pruebas de esta experiencia fue la de tener que cambiarme la bolsa en medio del público que asistió al concierto de Pearl Jam, la noche del 13 de noviembre de 2011. La bolsa que llevaba en el cuerpo colapsó porque cuando ingresé al estadio, lo primero que hice fue buscar un baño público para cambiar la que había llevado puesta desde la mañana. Pero algo hice mal cuando ubiqué la bolsa de repuesto en la barrera que iba adherida a la piel de mi abdomen y la bolsa no quedó perfectamente ajustada, de tal forma que, durante la canción Immortality, sentí que había algo húmedo en mi camiseta.


En medio de la muchedumbre, saqué de mi morral el segundo repuesto de bolsa que llevaba por si sufría cualquier accidente, por si el gentío me la espichaba. Saqué los pañitos húmedos, los guantes y me empeloté, de la cintura para arriba. Las luces del escenario me alcanzaron a dejar ver, intermitentemente, el lugar exacto donde había ocurrido la fuga de materia fecal. Limpié con la escasa destreza de la experiencia para hacerlo en esas condiciones porque había sido entrenado para hacer el cambio en lugares más cómodos, con mucha luz, en baños con espejo. La asepsia, como puede inferirse, no era la mejor en este caso. Al viaje había llevado un especial espejo pequeño con el que me ayudaba para cambiar la bolsa en los hoteles u hostales, bajo todas las condiciones de higiene, pero en el estadio no había remedio ni alternativa, no podía ni siquiera moverme del lugar porque tenía una buena ubicación y el solo desplazamiento a un baño del estadio habría generado algún desastre. Literalmente estaba cagado. Estaba viendo mi banda favorita y el concierto no llevaba sino 8 canciones, el gran climax del espectáculo estaba por vivirse y no había más remedio que guardar la camiseta untada dentro de una bolsa. Dentro de otra bolsa deposité la bolsa de ileostomía dañada, los guantes, los pañitos usados y la cerré herméticamente. Apliqué un desinfectante en mis manos, por si acaso y como llevaba un buen saco, me lo puse mientras Eddie Vedder cantaba:


“Vulnerable, wisdom can't adhere...

A truant finds home...and a wish to hold on”


“Vulnerable, la sabiduría no puede adherirse...

Un vagabundo encuentra su hogar... y el deseo de aguantar”



Comprobé que todo volvió a la normalidad y disfruté una de mis canciones preferidas, una de esas que la banda no toca muchas veces en vivo, pero que encuentro fascinante: “You Are”.


Estaba vivo, estaba feliz y Pearl Jam todavía no había tocado la canción “Alive”. No era momento para llorar por el accidente con mi bolsa de ileostomía, era una celebración.

 

Por: Pipe Jiménez (1976) Editor de El Relato del Domingo

Este relato es una guía para los que quieran participa en la #ConvocatoriaOstomías. Tiene 812 palabras. Cualquier texto participante puede ser de mínimo 8 palabras y máximo 888.

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