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Camina por el bulevar de la Av. Naciones Unidas, desprevenida, pero no desorientada. Sabe exactamente dónde se detendrá y llamará a su padre. Intuye que él, como ha sido su costumbre, esperará la llamada de los miércoles antes de medio día. En la oficina contigua a su dormitorio, reposa incólume una foto de ella cuando obtuvo el título de bachiller que su padre, un héroe más del pasado, mira, suspira y mira de nuevo mientras escribe una carta secreta para ella. Por todo el apartamento se escucha la canción Negra mi vida de Francisco Terán.


-Santi, ya casi llego.


-Espérame ahí porque pinchó una llanta.


-¿Dónde estás? voy hasta allá...


Mariana no quiere que su novio se moleste cuando se ofrezca a colaborar para cambiar la llanta, preferiría evitar una discusión irrelevante. No obstante, se lo dice con el tacto necesario para que él no sienta que su orgullo sea lastimado.

-Estoy en la González Suárez, cerca al Hotel.


-Ay mi amor, voy para allá, estoy por el Jardín, te colaboro con el repuesto. Ya tengo lista la carpeta.


-Te espero en el Hotel, ya casi termino.


Santiago no quiere aceptar la otra propuesta de Mariana, revisa el mensaje que le reenvió a su whatsapp y repite "no" con la cabeza:


La piscina climatizada y el hidromasaje son los dos mejores argumentos de Mariana. La ansiedad, sus afanes y la puntualidad de los mensajes que llegan del banco son las principales objeciones de Santiago. Un fin de semana para él, a doce minutos de su oficina y a veinte de su apartamento, podría ayudarle a vencer la gastritis, si reconociera la intensión de su novia.


Un brinco desde el bus antes de detenerse ubica a Mariana en el andén. Sube por la avenida Colón y divisa el carro de su novio. En sus pulmones hay oxígeno suficiente para llegar en dos minutos al encuentro.


-Mi amor, ya está confirmado, tú decides. La carpeta está a tu disposición si decides trabajar, pero desconéctate, lo necesitas. Yo vuelvo dentro de 8 días.


-Te voy a extrañar Mariana del Jesús


-Yo también te voy a extrañar, nada conmigo el domingo, a las 3 haremos inmersión.


-Tu terquedad viene de tu padre, mi amor. ¿Cómo sigue?


-Él es invencible, está feliz por mi viaje. Él confía en su doctor, son buenos amigos.


-Salúdamelo, es un titán.



Marilinda, mi amor. Cuando vuelvas ya no voy a estar, Terminaré el último viaje de mi vida en un lugar del pacífico. Estás preparada, sabes lo que tienes que hacer. Me voy feliz con el abrazo que nos dimos anoche y le llevaré esta felicidad a tu mamá. El doctor Jijón me dio un mes más, si mucho dos. El plazo está por cumplirse. En el tercer cajón, cuando hayas abierto los demás, de acuerdo con las instrucciones que conoces, encontrarás una sorpresa. Cuídala, llévala contigo a donde vayas hasta que necesites deshacerte de ella. Sé que si la entregas a quién tú decidas, quedará en buenas manos.


Te amo eternamente,


Papá.



-Ahí le dejó su papito, niña Mariana, que por favor no la abra antes del huasipichay


-Gracias María, mi papá siempre con sus cosas, dame pasando ese sobre, pero no prometo dejarlo cerrado tantos días, le voy a llamar.


-Papito, dónde estás, la María me acaba de entregar el sobre. ¿Cuándo vuelves?

Te mandó saludos Santi, vine al departamento a despedirme.


El padre de Mariana no quiere mentir, prefiere decirlo de tal manera que ella lo comprenda después.


-No te afanes mi cielito lindo que ningún viaje es eterno. Es una sorpresa para tú cumpleaños, no la dañes antes. Te llamo desde allá para avisarte.


-Te amo papito lindo, va a ser mi tercer cumpleaños sin tus canciones, sin tu piano, sin la sonrisa de mamá.


-Vale la pena hija, no hay dos barcos como ese. Tu mamá ha de estar muy orgullosa de ti, como yo. Buen viaje, mi amor.


Lee acá el segundo capítulo titulado Misión

 

Por: Luis Felipe Jiménez Jiménez, Quito, junio 25 de 2023


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Foto: Oleksandr Pidvalnyi


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