Pudo nacer en 1949, gracias a una partera medio bruja que cinco años antes había anticipado la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Su padre, ferretero y comerciante, se casó con su madre por obligación del suegro, machete en mano -¡por la criatura nos responde!-.
Ella, vendedora de específicos y lavandera por encargo, sufrió el parto de Augusto como si llegaran dos niños al mismo tiempo. Augusto fue el fruto del desenfreno alicorado una noche en la que la luna lloró sangre.
Creció en un ambiente hostil, pero amoroso. Las tías y la abuela matizaron su crianza. En la escuela, Augusto se destacaba como el niño audaz, pero con poca iniciativa en los deberes escolares. Hábil para la trampa y riguroso en los métodos para que sus compañeros hicieran lo que a él le diera la gana. En el bachillerato fue el editor, periodista y diagramador de "Refugio" el diario estudiantil, una publicación de entregas mensuales que era revisada clandestinamente por un tío del Augusto de quien se dejó de saber cuando ingresó definitivamente en el frente urbano de un grupo guerrillero.
Augusto consiguió que el Consejo Escolar "renunciara" al Perfecto de Disciplina por comportamientos anti-éticos. Hasta el profesor de matemáticas reconocía su liderazgo:
-A este muchacho no le sale una ecuación, pero todos le copian.
Hizo levantar tres investigaciones contra profesores por acoso escolar contra alumnos, dos compañeras suyas y uno de grado menor a quien además lo abusaban en casa.
Augusto ingresó a estudiar Derecho en la Universidad Nacional y el mundo estudiantil se le presentó fascinante…
Conoció en las aulas y en un grupo de activistas tremendamente ideologizado y entre ellos conoció a Amarilla, el sobrenombre de Amalia Rengifo, una bella revoltosa y con amplias pretensiones revolucionarias.
Amarilla leyó al deseo en Augusto desde el primer día. Y lo confrontó...
Decidió ponerle una trampa: -¡vamos a estudiar juntos, Augusto ¡en mi apartamento! ¿Miedo?
“A este arrechín lo freno es de una", pensó Amarilla...
Se arregló con más esmero que nunca. Sin mucho maquillaje, obvio. Lo suyo no eran los químicos sobre la piel, pero se alineó las cejas y con un rubor casi imperceptible, se ocultó un par de cicatrices que le dejó el acné en la pre-adolescencia.
Alistó a Serrat, a Milanés, sacó su libro de Neruda y fijó bien el afiche del Ché...
La cita para el grupo estudio era el viernes, con vela en los planes y un vino dulce de esos con los que se embriagan tortas...
Augusto fue llamado el jueves a un mitin con un líder estudiantil que tría una invitación y una propuesta laboral…
-Es una tertulia con Diógenes, él busca ayudar a la causa con empleo para estudiantes en nuestra área- dijo el líder.
-¿Usted va a ir Amarilla?, camine- le propuso Augusto.
-Sí, pero no se me vaya a hacer el pendejo el viernes que ya compré las velas-, le respondió Amarilla…
Augusto se vinculó rápidamente con la empresa en la que Diógenes trabajaba. En la empresa, Augusto ingresó inmediatamente en el Sindicato. El jefe sindical notó en Augusto su talento para mover masas...
Sintravenosa le consiguió rápido un fuero para que no lo despidieran y continuara en la lucha…
Lo que pasó el viernes en el apartamento estudiantil de Amarilla jamás pudo borrarse de la memoria de Augusto…
El recuerdo de lo que pasó esa noche de viernes con Amarilla lo motivó más a no dejar las luchas... Ninguna mujer hasta ahora había logrado descifrarlo de una amera tan brillante. Augusto comenzó a creer que Amarilla era una especia de adivina, de mentalista. Creyó que durante su encuentro fue víctima de un rapto de voluntad o que ella hizo algo relacionado con algún tipo de sustancia mágica porque no era fácilmente rastreable, ni racionalmente explicable que esta mujer, sin conocerlo, alcanzara a saber tanto sobre sus rasgos, sus miedos e intimidades.
Sobre lo que aconteció en esa reunión a duermevela nos ocuparemos en otro relato…
En cuanto a la labor sindical de Augusto, a nivel nacional fue creciendo su índole de líder, de aglutinador de masas y pronto se percibió en ámbitos públicos como uno de esos futuros candidatos a algún cargo público. El setenta y cinco porciento de la frases que promulgaba Augusto en los mítines comenzaba con arrojo "¡compañeros...!". Sus discursos, siempre en crescendo, lograban siempre el aplauso sostenido de los convocados. Durante el final de su carrera profesional, recibió llamados de atención por su ausencia a clases. El activismo lo ocupaba muchas horas al día. Se graduó con un promedio mediocre gracias a que una de sus profesoras cedió ante el chantaje. La tenía tan investigada que registró una charla erótica suya con el vicerrector. El escándalo habría sido tan grave para la tranquilidad institucional que la profesora optó por sustituir por un 4.0 aquel merecido 2.3 que Augusto había conseguido en su asignatura.
-Yo me queo en esta materia y a ustedes dos los despiden, piénselo profe.
Cada una de las trampas que Augusto le ofreció a la vida, lo motivaron más en su carrera política.
"Voy a demostrarle a Amarilla que puedo cambiar al mundo, así tenga que hacer lo que tenga que hacer", se prometió Augusto.
Escaló en el Sindicato hasta hacer parte de la Junta Directiva de AsoColProtesto, la agremiación que reúne los sindicatos a nivel nacional.
Las prebendas y los beneficios no demoraron en llegar. Con whisky se celebraba "la lucha del pueblo".
Augusto comenzó a recibir amenazas de la extrema derecha que lo consideraba un peligro para la democracia laboral.
Sí, leíste bien, democracia laboral, no democracia liberal. Ninguno de los serios analistas que llevan estudiando el movimiento sindical colombiano consideró hasta ahora que cualquiera de las gestas de este tipo de nuevos dirigentes sindicales pueda considerarse como un atentado contra el sistema en general. Una empresa multinacional de análisis económicos dijo incluso que la vida de activista de este tipo de líderes sólo tiene un periodo máximo de 15 años, plazo después del cual terminan, sí o sí, inscritos en la maquinaria que aceita día a día el status quo.
Luego de un estudio de riesgo motivado por el concurso de unas amenazas de índole sospechosa, Augusto se ganó la protección legal del Estado: un carro, tres escoltas y una asignación generosa para gasolina y gastos.
"La lucha Sindical tiene sus riesgos", pensaba mientras se acomodaba el escudo anti balas.
Dos vidas comenzó a tener Augusto: la de defensor de los derechos laborales y la del burócrata en BMW. Ambos le lucían a su ego.
Y en sus sueños el recuerdo de la noche de aquel viernes con Amarilla lo re-visitaba.
Esa piel de Amarilla, esos labios, esas rayitas de piel en las caderas...
Esa fuerza y convicción en sus ideas, ese empuje, ese arrojo...
Recordaba a su madre, una trabajadora incansable. Y a su padre, el más audaz ferretero de la época.
A Amarilla, años después, le llegó una carta del Presidente de AsoColProtesto...
"La extraño Amarilla, usted es imposible de olvidar. ¿Cuándo nos vemos?"
"Llevo muy adentro cada gota de mi vida un amor profundo, luminoso, singular", cantaba Amarilla:
Y Augusto, cómodo en su oficina de burócrata, salvando los derechos del proletariado, no dejaba de pensar en Amarilla…
A cada mitin llegaba Augusto y la buscaba. "No debe haber claudicado, ella vendrá por mí", imaginaba
Amarilla decidió confesarle todo al Sr Presidente de AsoColProtesto. Lo invitó de nuevo a su apartamento, sin escoltas.
Con su puño y letra escribió una carta que firmó con la huella de su dedo meñique, como habían jurado escribirse en la juventud “si alguno llegaba a caer preso por el régimen”.
-¿Recuerda usted esa noche de viernes de velas, Neruda, Milanés y vino? ¿Quiere saber cómo pude desnudarle el alma tan fácilmente? Lo espero en mi apartamento el próximo domingo. Confírmeme que irá en el siguiente correo, pero eso sí, si viene venga solo. Si llega hasta acá es porque lo hizo sin compañía.
Al final de la carta le botó las coordenadas exactas y las instrucciones con una clave para inhabilitar el acceso desde el sótano.
Amarilla se enamoró de un Augusto esa noche de viernes y él nunca lo supo...
Amarilla vestía un hermoso traje azul y lucía una gota de pestañina casi imperceptible.
Augusto notó en su mirada un cuestionamiento inmediato por la figura de macho alfa con la que se le estaba presentando. Amarilla supo que este hombre le había mentido y que al otro lado del parque infructuosamente se intentaban ocultar sus escoltas.
Amarilla lo deseaba, pero no estaba dispuesta a entrar en el juego del "conquístame" "tan lindas tus rositas Augusto". Tampoco le pareció sensato hacer algún comentario sobre los zapatos Ferragamo de aquel soñador de izquierdas que p ya comenzaba a desdibujarse ante sus ojos.
Augusto quiso callar la mirada inquisidora de Amarilla con un beso...
Amarilla lo detuvo con fuerza y le dijo…
-Te he estado extrañando, Augusto, pero ahora que te veo, noto que no eres el mismo... deseé que el hombre que llegara a esta puerta no fuera el que estoy viendo- le dijo Amarilla a Augusto…
Hoy me confirmaron que firmaste un acuerdo secreto con el gobierno. ¿Van a dejar de ser incómodos? ¿Cuánto te pagaron por apartarte? Traicionaste a tu clase por dinero.
Cuando el último pétalo se desprendió, ya ninguno de los dos sintió fierza de mirar atrás para buscar al otro. Las rosas tocaron el piso más rápido que las lágrimas.
FIN
Por: Felipe Jiménez (1976)
Relato publicado inicialmente en Bogotá, el 7 de enero de 2018 con otro título y sin ajustes bajo la dinámica de relato en vivo en twitter.
Segunda edición: en el Lago Calima, Valle del Cauca, Colombia, enero 2022.
Imagen: Angela Roma
"El poder corrompe,el poder absoluto corrompe absolutamente."
Lord Acton.