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Encerrada en el baño, el lugar por excelencia donde las madres creen que pueden esconderse de sus hijos, Lucía lleva media hora llorando. Se pregunta en qué momento su vida se convirtió en ese lugar oscuro y sin esperanza. Sus hijos le dan un propósito y una razón para levantarse en la mañana, pero recuerda vagamente una época en la que tenía grandes sueños y estaba segura del brillante futuro profesional que le esperaba.



Ahora se siente incapaz, se ve como una mantenida y le aterra la idea de perder a su marido porque si eso llega a pasar, no podría conseguir el sustento para su familia. Ante ese escenario hipotético se ve, con sus cuatro críos y lo que le quepa en un par de maletas, regresando a la casa materna. Cuando piensa en qué podría trabajar, las opciones que vienen a su mente son contadas: es buena pastelera, tal vez, si no fuera tan inconstante, podría tener un pequeño negocio de tortas y brownies. O a lo mejor podría ser una buena secretaria bilingüe, su inglés es aceptable y en el colegio de monjas le enseñaron mecanografía; sin duda, de todo lo que aprendió en sus años de bachillerato, es lo que más le ha servido en la vida. ¿Alguien conocido le daría trabajo como vendedora en algún almacén? Ha visto que muchas señoras “bien” recurren a esta opción cuando los hijos crecen y ellas ya no tienen nada qué hacer.


Llegada a este punto no le ve mucha utilidad a todo lo que aprendió en la facultad de ingeniería, ni la inteligencia notable de la que se sentía tan orgullosa y que ahora siente lleva tantos años sin usar.




Al otro lado de la puerta, el más pequeño de sus hijos la busca insistentemente. Nada que hacer, es hora de limpiarse la cara y prepararse para dejar su escondite. Le espera una jornada en el parque, con sus niños, una jornada que al menos temporalmente espantará la tristeza, pues verlos jugando felices es una de las cosas que le dan pequeños destellos de belleza a su vida, son momentos que la oxigenan y la mantienen viva.

FIN

 

Por: Perla Osorio Duncan (1980). Relato que hace parte de la convocatoria de textos sobre el trabajo y la búsqueda de empleo que lanzamos en febrero. Esta es su primera participación en el Relato del Domingo.

Perla es ingeniera mecánica en retiro, ha cultivado un bonito talento para la alta cocina después de cursar un posgrado sobre alimentación consciente en el City College Of San Francisco. Interpreta el piano desde los 12 años de edad y se considera una mujer cosmopolita.

Foto: Sora Shimasaki

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