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Cuando le dije a Francisco que quería probar sus brownies tenía un plan: voy a llevarle uno a mi exnovia para que charlemos y a manera de agradecimiento por haber compartido conmigo un pedacito de vida, disfrutemos un último brownie. Intuía que el gesto no iba a ser despreciado porque lo que se hace con amor, siempre cae bien.




Llegué a la cita de la entrega de los cuatro brownies mucho tiempo antes. El encuentro con mi exnovia iba a ser después de las 6 pm, muy cerca de ese lugar. Confieso que lo primero que pensé fue: “me voy a comer uno para saber qué tan buenos son”, pero supe controlar mi ansiedad, porque la idea era que comiéramos juntos, ella y yo. Si ella no aceptaba el brownie o prefería comerlo en otro momento, dudo que le molestara que yo lo hiciera. Tenía 4 ejemplares en mi morral. Uno nunca sabe, tal vez verme saborear estas delicias de chocolate la animaba a darles una oportunidad también. Una oportunidad distinta a la de nuestra relación, porque el vínculo de pareja ya se había acabado, aclaro. Y aclaro también que ver a este poeta en el acto placentero de comer algo exquisito siempre antoja a cualquier persona. No me invites a comer porque te daño la dieta.


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Ignoro la razón por la que ella no llegó. Aunque todo poeta tiene una doble ración de eso que otros conocen como intuición. Y todo poeta tiene además un don: el de la anticipación. Volví a saber de ella esta madrugada cuando me dejó un mensaje, un saludo. Me gusta pensar que el acto que más amo en la vida, el de escribir, posee el poder telepático y que la telepatía hace que uno llame a las personas, incluso sin querer llamarlas.


Aquella noche de comienzos de agosto la esperé el tiempo suficiente para estar absolutamente seguro que ya no iba a llegar y decidí entrar a cine. Soy de los que va a cine solo, me gusta mucho. He ido más veces a cine solito que acompañado. Pero esta vez no estaba tan solo. Antes de entrar a la sala, abrí uno de los brownies. Mi primera impresión: qué brownie tan rico, pero tan chiquito. Luego entendí: el nivel del dulce del brownie era suficientemente equilibrado para comerme el segundo sin tener que comerme el tercero inmediatamente. El segundo lo abrí durante la película, no me odies, pero es que quién se aguanta. Confieso que en ese momento me arrepentí de no pedir palomitas de maíz, porque las personas que estaban a mi lado las disfrutaban casi tanto como yo a mi brownie. Cosa deliciosa. No hostigaba y eso es muy importante. Era un viernes y tenía el fin de semana para comerme los otros dos, al fin y al cabo ella ya nunca iba a volver.


Si tuviera que calificar esta delicia de brownies, los denominaría como joyas elaboradas con amor. Yo quisiera que fueran un tris más grandes, pero sé que mi cuerpo supo agradecer el tamaño porque, incluso alguien como yo, que no tiene intestino grueso, pudo disfrutarlos y decir: quiero más, sin remordimiento, sin miedo, con alegría.


Sobre mi situación sentimental no voy a dar más datos por ahora, pero sépase: uno puede amar a una exnovia así no la ame como pareja. Esto probablemente muchas personas tardarán en entenderlo. El amor no es agridulce, el amor es alegre y dulce.


Hay dulces causas y Don Francisco es una.


Mi preferencia: los de chocolate.



Recomiendo los Brownies Don Francisco y estas son sus coordenadas:


Cuenta en Instagram: @BrowniesDonFrancisco


Coordenada de Luis Felipe Jiménez para Mapa


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